Recuerdo cuando llegaste a mi, una mañana compleja, muchos pacientes en la sala de espera, retraso en lo habitual.
Apareciste escondida, tímida, lo suficiente como para que no fuera fácil verte. Al cabo de unos días, reapareciste, de mano de otras personas. Recuerdo perfectamente en el momento que fui consciente que te había perdido, tu mi oportunidad, que no sabía ni que te había tenido.
Caíste en mi, primero como una parálisis de todo el sistema osteoarticular, luego recuerdo un instante de frío ártico y tras eso, un impulso de salir corriendo sin mirar atrás. La verdad, es que aguanté lo más dignamente el peso de tu losa en mis espaldas, intentando evitar el impulso de golpearse uno mismo en la cabeza, a ver si hay una sinapsis que pueda arreglar y recuperar tu vida pre-oportunidad perdida.
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