jueves, 30 de octubre de 2014

Enamorarse de nuevo.

A veces la medicina de familia es como tener pareja.

Cuando uno decide compartir la vida con otra persona, al inicio todo son ilusiones proyectos y mil cosas. Con la rutina, aquella que todo lo destruye, uno va descafeinando esas sensaciones. Pero entonces llega ese momento compartido, que te hace recordar por qué tomaste esa decisión y que por más descafeinado que parezca tu día a día, resurge un" no se qué , que qué se yo". Eso pasa también en la medicina de familia. 

Cierto es que en el día a día, las agendas, los recortes, las recetas electrónicas, los informes para el ICAM, los spd y toda la pesca…. hacen que las emociones se aparquen, para dejar paso a la eficiencia, las costumbres y las rutinas. Pero hay gente, compañeros, pacientes que tiran de ti, para sacar más y más de ti, cosa que es de agradecer. 

Con la enfermera del cupo, vamos al hospital a ver a los pacientes ingresados cuando salimos del trabajo. Con mi tutora siempre lo habíamos comentado,  mi tutora de medicina rural me consta que lo hacía y yo no lo había hecho nunca. 

Salir de la consulta, no sólo para hacer domicilios de zona, sino para ver el sitio donde tienen cura de ellos cuando precisan más atención de la que se es capaz de recibir en domicilio. Eso elimina parte de la  fantasía que uno gasta en imaginar qué está pasando con cada uno de los pacientes. Se queda mucho más tranquilo, al verlos, al saber que están bien atendidos por compañeros hospitalarios. El paciente lo agradece mucho y familiares y personal hospitalario, muchas veces no entienden bien si es real lo que ven. 

El compromiso con un paciente, va más allá que ser eficiente al derivarlo en el mejor de los momentos. Derivar a un sitio que no sabemos, es enviar a la deriva. Seguir el proceso a su lado, de cerca y que puedan verte ni que sean unos minutos, da un valor añadido no cuantificable. Pero el beneficio para uno mismo, gozar de esa oportunidad de ver muchos procesos en longevidad no tiene precio. Esto me ha vuelto a enamorar de esta profesión con la que convivo cada día. 

"Esta sociedad nos da facilidades para hacer el amor, pero no para enamorarnos" Antonio Gala.

jueves, 23 de octubre de 2014

Trabajar en una residencia es algo realmente complejo. 

Como trabajo es terriblemente interesante, hay un grupo de población, compleja, frágil, que precisa de atención, cuidado y seguimiento. Por otro lado hay, un entorno bastante controlado, con una adherencia terapéutica i un control óptimo. Si lo miras así, para un médico de familia sería un contexto fantástico para desarrollar sus conocimientos. Parece un proyecto enriquecedor, sobretodo para aquellos raros que nos gustan hacer la atención domiciliaria. 

A la hora de la verdad, una residencia no deja de ser un negocio. En sanidad cuando hay ganancias para el empresario, en realidad es que no se están dedicando todos los recursos hacia las personas que en realidad lo precisan. 

Es curioso, que por más dispares que estén las residencias los conflictos parecen ser los mismos. Hay una diferencia conceptual, más que importante, sobre los objetivos y los criterios desde las partes implicadas. Mientras que por parte de la dirección de la residencia, lo que importa es tener las recetas hechas, las derivaciones sin resistencias y los pacientes tranquilos. Para el médico de la residencia el objetivo es que su población, su cupo, sus camas tengan la mejor calidad de vida. 

Así que una de las paradojas de las residencias, es que allí van las personas con el objetivo, de cuando las cosas se pongan complicadas, personas calificadas se encarguen de hacer aquellas cosas que suponen una carga familiar. Pero esa atención, requiere una dedicación, un tiempo y unos recursos.  Los cuales, conllevan un coste.

Por otro lado, las recetas, eternísima discusión. La solución de determinada clínica con medidas no farmacológicas a veces parece una blasfemia. Pero qué pasa realmente con las recetas en las residencias??? A veces pienso que entran en el mundo de los pares de calcetines desaparejados. Cómo puede ser posible, esos niveles de requerimiento farmacológico?¿?¿ Una compañera, con experiencia en residencias,le  habían llegado a pedir 5L de duphalac al mes para un solo paciente. Pero en el momento que discutes la adecuación terapéutica, es interpretado como algo personal, que en realidad no quieres hacer recetas, intentar hacer cambiar ese hilo argumental para mi ha resultado tarea inalcanzable. 

Otra cosa curiosa, es vender la salud ( lo que entienden algunos como salud) como producto. Así se vende y así se entiende. Además del "qui paga mana" ( quien paga manda), así que lo que en realidad es objetivo, para el trabajo en una residencia,  que los clientes estén contentos con el producto que están recibiendo. 

Lo que realmente más duele, es que en toda esta guerra, hay unas víctimas claras. Unas víctimas que han trabajado toda una vida, que por la biografía, han precisado de unas curas remuneradas, que están ellos o sus familias haciendo un esfuerzo económico enorme.