Hoy he celebrado con mis pacientes que mañana es el último día de consulta.
Hace ya un tiempo, que ando pensando en qué es la docencia y de manos de quien llega.
Cuando haces la residencia (o resistencia mejor dicho), te asignan una serie de tutores. Son las personas encargadas de llevarte de la mano mientras aprendes a andar... Pero los pasos los das tú y es el terreno el que te enseña a dar el siguiente paso.
Eso me llevó a pensar, en que siempre nos despedimos del equipo que te acompañan, a su manera, en las consultas colindantes. Algunos de esos compañeros, los seguirás viendo, porqué te une más que un espacio y un tiempo. Otros quizás sólo te ha unido con ellos una localización y un tiempo, sin más.
Pero lo que está claro, que quien realmente te genera dudas, quien te hace leer, quien te genera dilemas, quien te enseña tus límites y quien te hace ir más allá, son ellos los que comparten la consulta contigo.
Los pacientes es aquel grupo de personas, que te acompañan durante tu aprendizaje, quien aguanta tus dudas, tus ignorancias, quien aprende contigo y quien te enseña. Ellos comparten la parte más íntima de su ser, sus preocupaciones y te hacen crecer, y todo para que puedas ayudar mejor. No sé si realmente ser médico es la mejor profesión del mundo, pero ser paciente de un residente, es una de las cosas más generosas que se pueden llegar a hacer. Como residente a veces ni nos planteamos, en la generosidad de ese acto, de entrar en la consulta contigo, en vez de entrar en la consulta de su médico de familia.
Yo agradezco profundamente todo lo que me han llegado a enseñar, no sólo como profesional sino como persona. Cuando poco a poco vas desengranando y contextualizando a cada uno de ellos, y ves el mundo que esconden detrás de ese ojo seco, de esa DM2 mal controlada, detrás de los dolores torácicos, detrás de cada lágrima derramada en una anamnesis cualquiera... es como el armario de Narnya...
Creo que he sido una grandísima afortunada, porqué he tenido los mejores pacientes que una puede imaginar. Me han enseñado a ser más cuidadosa y calentarme las manos antes de palpar una barriga, que equidad no es tratar a todos en 7 minutos, que compartir las penas aligera la carga, que los edemas de las piernas se deben palpar cuidadosamente, que una merienda salva vidas, que hay muchos tipos de dolor aunque sólo un tipo de sufrimiento y que la realidad supera la ficción.
Así que hoy he hecho una merienda con ellos, para agradecer con esa minucia toda esa generosidad que me han dado. Creo que hoy ha sido uno de los mejores momentos de mi residencia y ayer mientras hacía las tartas, sólo podía pensar en la fortuna que ha tenido mi vida por haberse cruzado con todas esas personas tan fantásticas.
Sólo puedo decir: GRACIAS!!!!
"El agradecimiento es la memoria del corazón".